Toda chaise-longue constituye una anomalía cuyas formas y espíritu bien podrían definirse con un remedo de aquellos anómalos versos que Mallarmé dedicó a la tumba de Edgar Alla Poe: como en sí misma al fin, la eternidad la cambia. Es decir, que una chaise-longue es una chaise-longue. Algo que no es una silla, ni una butaca, ni un sillón, ni un sofá, ni una cama. Algo que participa de todo ello, pero que no se confunde con nada, que sale indemne de lo que no sea su propio concepto.
Los enemigos de lo francés y los castizos la consideran una hermana cursi de la silla, una prima con ínfulas del sofá, una pariente pobre de la cama. Como todos somos algo afrancesados, lo queramos o no –igual que somos un mucho romanos, un bastante árabes, un poco griegos, un poco ingleses, un poco chinos-, deberíamos hacerle justicia a este mueble estrafalario y concederle su singularidad extranjerizante. Porque una chaise-longue –como podrían argumentar los puristas de lo propio- no es una poltrona, ni una tumbona, ni un diván, ni una hamaca ni una otomana. Es decir que una chaise-longue es una chaise-longue.
¿Y qué es una chaise-longue? Me parece que un mueble de asiento, en sentido general, en donde uno no está sentado, ni tumbado por completo, ni recostado en puridad. Ni siquiera arrellanado, apoltronado o repantigado, que son formas informes de estar en su acomodo cada quien, al buen tuntún, a la buena de Dios. La acción de repantigarse, apoltronarse o arrellanarse se puede acometer en casi cualquier sitio, incluido el suelo, que es la superación abstracta de todo asiento y a la vez la afirmación por defecto de su necesidad. La chaise-longue es un mueble cartesiano y filosófico que manifiesta como principal característica la idea de orden, y la intención de poner las cosas en claro. A una chaise-longue –aunque puede hacerse también- no se va a dormir, ni a leer, ni a ver la tele. Se va –al menos en el universo conceptual de mi bestiario mueble- a estar en las musarañas, a ver pasar el tiempo sobre nosotros mismos como pasan las nubes por el cielo, a estarse a la orilla del mar de las cosas, mientras las cosas se mecen y nosotros nos mecemos con ellas. Se va a chaiselonguizar, que es una manera de ponerse meditativo sin énfasis, un sistema de alta especulación doméstica.
Yo tengo clara mi santísima trinidad chaiselonguinal. En la década de los veinte del siglo XX, cuando los muebles ya tenían desde hacía tiempo nombre y apellidos, Le Corbusier diseñó una de estructura tubular de acero, que se ha convertido en uno de los iconos muebles de nuestra época. Mies van del Rohe creó para su célebre Pabellón de la Exposición Universal de 1929, dentro de la serie Barcelona, la que es quizá la más bella chaise-longue que se haya ideado nunca, y sin duda la más incómoda que ha conocido la humanidad: en realidad es una escultura que ha buscado tanto la esencia que ha perdido por el camino la noción de uso. El matrimonio Eames –que son al universo de las sillas lo que Kant a la Historia del pensamiento- regaló a su amigo Billy Wilder una chaise-longue magnífica, sobre un bastidor de aluminio y cojines de cuero negro unidos en cremallera, para que descansara después de sus agitadas sesiones de rodaje.
En mis prospecciones chaiselonguizantes creo haber descubierto la peculiaridad que vuelve único este mueble: su paradójica condición de “activa languidez”. Máquina de descanso continuo, dijo de la suya Le Corbusier, en una aparente contradicción.
Todo lo que le sucede al cuerpo es de naturaleza espiritual. Cuando se ondula sobre una chaise-longue, cuando se estira de forma voluptuosa, por efecto de los vasos comunicantes entre los ámbitos incomunicados, nuestro pensamiento se eleva, y todo se desliza, todo fluye, en cadencia, hacia su vida acorde.
nteresante reflexión "sobre" una chaise - longue.
ResponderEliminarYo misma vivo
en una chaise longue. Fue la conditio sine qua non existiría mi casa.
La diferencia es que yo, quizás en la sobreutilización que de ella hago,
sí leo, escribo, etc...vamos, lo dicho, que vivo en ella. La "Lecorbu"
...tiene un defecto básico "pour moi", la ausencia de reposabrazos...
Ahora mismo voy a "La Oca" a comprar una chaise longue para "chaiselonguizarme". Ya me iba gustando la de mi sicóloga, pero después de leerte, Carlos, no puedo pasar sin poseer una para mí solo...
ResponderEliminarUn abrazo desde "mañolandia" donde se te recuerda con cariño.
Firmado: Mayusta
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ResponderEliminarMe gustan mucho los chaiselongue, de hecho tengo dos en casa y son estupendos, me los compré en Sofás Siéntate, tienda que por cierto recomiendo por su calidad, variedad y buen precio!!
ResponderEliminarUn saludo,
Antonio