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jueves, 13 de enero de 2011

LOS DE LA CABRA


    Hace unos instantes, salidos del mismo túnel del tiempo que se los tragará en unos cuantos minutos, han aparecido los de la cabra, esos nómadas de la canción aguachirle y del villancico desafinado. Nadie sabe de dónde vienen, pero parece que provengan del fin del mundo, y que regresen a él, después de habernos traído unas briznas de extravagancia que nos hacen pensar en la extravagancia de todos los asuntos de la realidad, ese saco insondable en donde cabemos todos: los santos y los criminales, los sabios y los analfabetos, los hermosos y los deformes, nosotros y los de la cabra.
    Aunque son los mismos de siempre, inmortales, han sufrido alguna pequeña modificación que los hace distintos. Por cambiar, ya ni siquiera llevan cabra los de la cabra, o no la llevan de manera visible, porque la cabra no puede abandonarlos, y cualquiera que los mire con atención la ve subir y bajar del taburete que planta la comadre en mitad de la acera. Sin la cabra, por más que se trate de la cabra arquetípica y mental que reposa en el cielo de los rumiantes domésticos, los de la cabra no tendrían sentido. La cabra está, aunque no bale. Ahora, en lugar de una pianola desvencijada, arrastran sobre un carro un sintetizador que atemoriza al vecindario y espanta a las palomas, que unos segundos antes zureaban en las cornisas, indiferentes a la canción ligera. Aún mantienen la pandereta pedigüeña, pero es de plástico, ya no es la vieja pandereta de tripa, percudida por los limosneos de mil años, en castillos y ciudades, en aldeas y en la Corte. Hoy visten con chándal de color fucsia, que es la puesta al día de los andrajos medievales, pero mantienen el alma del titiritero, la sombra juglaresca del eterno vagabundo que llega a la plaza del pueblo, da dos volantines, tañe el laúd y cuenta una historia a los que pasan. Aunque están cantando en español, yo los escucho por debajo de sus palabras en un caló enigmático, y en un latín vulgar romanceado, que es una flor parásita asentada en otra flor en descomposición.
    Hace muchos años, durante otras Navidades como estas, visité a un amigo psiquiatra que trabajaba en el Hospital Provincial de Valladolid. Llegué el día en que celebraban la fiesta de su pabellón, y me sumaron al festejo. Consistía en ir disfrazados por todo el edificio, de la misma manera, los enfermos, los médicos, las enfermeras, los celadores y yo mismo, el visitante venido del Este. Para la ocasión, llamaron a los de la cabra, que abrían el cortejo por los pasillos antárticos de aquel laberinto, al son de la pandereta totémica y de un acordeón, primo hermano de la vihuela que rascaban los pícaros ciegos. Nos presidía la cabra levítica, con su barba pringosa de sabio descuidado, y nos miraba a todos con misericordia, sin hacer distinciones entre cuerdos y locos, entre libertos y esclavos, entre reclusos y carceleros. Cuando me piden una opinión científica sobre las cosas del mundo, cuento mi visita al hospital psiquiátrico, porque de aquel desfile, de aquella romería estrafalaria, de aquella comitiva gótica me ha quedado la impresión de que la mayor parte de las diferencias consisten en minucias que resulta fácil dejar de percibir. Una peluca, una nariz postiza y unas gafas nos igualan a todos en los rincones del manicomio frío. En la procesión de estar con vida, los de la cabra presiden la marcha intemporal.
    Ya se han marchado con su música a otra parte, que nadie sabe cuál es, porque nadie conoce en qué lugar del mapa se asienta la parte otra donde viven los seres fantasmales. Se han ido detrás del espejo, a ese agujero de la duración en donde duermen los afiladores, los aguadores, los cómicos de la legua, los serenos. Antes de que partieran les he arrojado unas monedas desde el balcón, hasta que nos encontremos en quién sabe dónde, con quién sabe qué disfraz. Parecían euros lo que les arrojaba, pero eran doblones, escudos, maravedíes.

2 comentarios:

  1. Sencillamente fantástico!!! Has visto alguna vez al de la cabra sentado detras de un mostrador de un banco o en una ventanilla de hacienda? Quizas lo he soñado.

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